“¿Qué harás tú?”

 

Tengo los huesos llenos de preguntas, y aunque dedique cada segundo libre del día a arrancar las fibras de mis músculos buscando respuestas, solo consigo llenarme las manos de sangre.

Quiero contármelo todo, pero no sé dónde empezar a buscar las palabras.

Algo se me muere en la garganta, y no sé sanarlo.

Pero sé que ahí están las respuestas, y no se me descifran por mucho que las sienta empujando y tirando de mi cuello.

Creo que tú nunca intentas descifrarme, no lo necesitas. Incluso diría que sufres cuando ves que yo podría abrirme el pecho en canal solo por entender que motiva a mi sangre a seguir fluyendo. Entonces me dejas tus brazos para que descanse y llore en ellos, y yo vuelvo en mí.

Creo que tú nunca intentas salvarme de mí, entiendes que de nada sirve. Solo permaneces.

No quiero que me salves, no quiero que te marches.

Solo quiero asomarme a las ventanas de tus ojos y sentir el aire puro que en ellas guardas.

Ojalá nunca tengas que preguntarme que haré yo cuando tú te vayas.

Eres la única respuesta segura entre toda la incertidumbre.

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