Lo único que he sido capaz de escribir en tres meses de confinamiento

(y ha sido al acabarse)

Vivimos unos tiempos extraños en los que a veces es difícil no mirar de frente a la realidad. Si pudiese elegir, querría pasar el resto de mi vida soñando, en ese estado de “semirealidad” en el parecen vivir tantos seres con sonrisas perpetuas y luminosas.

No he dejado de pensar en la muerte ni un solo día desde que todos nos vimos obligados a cerrar las puertas de nuestras casas. Todo parece estar impregnado por ella y me trae recuerdos oscuros de la época de mi vida en la que empecé a comprender que el tiempo avanza inexorablemente y, llegado el momento, se detiene para siempre. “Todos cerraremos los ojos por última vez algún día, dejando detrás de nosotros cuanto hayamos podido ser en nuestro tiempo con vida.” Repetirse estas palabras, involuntariamente, más de 10 veces al día podría consumir a cualquiera.

Lo que vino después, a unas cuantas semanas del inicio del confinamiento, fue una inabarcable sensación de pérdida de todo cuanto he sentido, siento, he tenido, tengo y conozco, y todavía me sigue consumiendo un poco. Siento que me estoy despidiendo constantemente de todo lo que se sitúa delante de mis ojos, porque, aunque quizá no haya llegado el momento de separarse de ello, llegará un día en el que inevitablemente me separaré de todo y ni siquiera sentiré su pérdida. Esto último me aterra -mientras escribo esto siento que la muerte me aguarda nada más coloque el punto final ya que le rodea un aire de epitafio contundente -.

Todas estas cosas no dejan de ser ciertas, pero me mantienen en una lucha constante con la parte más racional de mi ser. No soy capaz, tampoco, de dejar de repetirme: “Lo único que se puede hacer con la vida de verdad, es vivirla. Todo lo demás es engañarse y es absurdo.” Por tanto, sé que debo disfrutar de mis días precisamente porque son finitos y es esta particularidad lo que les dota de sentido. Estoy cansada de debatir conmigo misma en mi cabeza las batallas que todos los humanos han luchado ya, desde los albores de los tiempos.

No quiero decir nada con todo esto, solo generarme una sensación de conexión con el mundo y de desahogo personal. Siento mucho dolor al pensar en que inevitablemente me separaré de todas aquellas personas (y otras cosas) a las que quiero cuando muera, pero ese dolor me hace humana y no quisiera dejar de serlo.  

Pienso en todas aquellas personas que se han ido en durante estos tiempos tan amargos y confusos, pienso en los huecos vacíos que han dejado en las vidas que completaban. Pienso en como llenamos el mundo de injusticia y arrebatamos como si no importase nada lo único que realmente tenemos cada uno de nosotros: la vida.

La vida es lo único que importa. Celebro no seguir confinada para vivirla lo mejor que pueda, y se la dedico, ahora y siempre, a todos aquellos que ya no pueden hacerlo.

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